lunes, 6 de julio de 2020

Bill Shankly: Alma Eterna del Liverpool (Primer Capítulo)




El chiche futbolístico del último tiempo, sin dudas, ha sido el Liverpool FC. Pellizcó la Champions League el 2018, la ganó prácticamente sin contratiempos el año recién pasado, consiguiendo su sexta “orejona”; y, hace sólo un par de días, quedándose con el título de la Premier League, luego de treinta años sin saber de éxitos en la máxima división del fútbol inglés. 


Artífice de esta seguidilla de éxitos es, sin lugar a dudas, Jürgen Klopp, el singular técnico germano, que, luego de cuatro años de cansarse de ganarlo todo en Alemania con el Borussia Dortmund, aceptó el desafío de devolverle la gloria extraviada a los “Reds”, reviviendo el ADN de Anfield a punta de presión alta, transiciones rápidas, intensidad, sacrificio y un despliegue físico envidiable.

Sin dudas, “Kloppo” ocupará un sitial importante en la historia dorada del club, seguirá escribiendo capítulos ilustres en la banca del club de Merseyside, atiborrando, probablemente, las vitrinas de Anfield con laureles y coronas, sin embargo, faltarán años, copas y, sobre todo, mística para igualar el espacio que, hasta el día de hoy, ocupa BILL SHANKLY, el escocés “que hizo feliz a la gente”.

William Shankly, nació  en 1913 en Glenbuck, un bucólico, diminuto y perdido caserío escocés, ubicado unos 40 kilómetros al sur de Glasgow, la ciudad más importante de Escocia, siendo el menor de 10 hermanos que parió el matrimonio entre Barbara y John Shankly.

El hambre y las carencias rodearon gran parte de su infancia. “El hambre es una condición que prevalece, especialmente durante los inviernos, por lo que junto a mis amigos no dudábamos en robar verduras de las granjas cercanas, pan y galletas de los negocios, o carbón de las minas”, reconocía el propio “Willie”, como lo motejaban sus cercanos, en su autobiografía “Shankly: My Story”.

Las posibilidades para un niño pobre, de un villorrio perdido entre la campiña escocesa, justo después de una cruenta guerra que había desangrado a la vieja Europa no eran muchas, por darle algo de crédito al destino. Así, no era difícil esperar que rozando la adolescencia, Bill abandonara la escuela y buscara ganarse la vida en las minas de carbón que abundaban en la zona de Ayrshire, sajando el mineral, viciando sus entrañas, pero caldeando un carácter y un brío que le permitirían hacerse con un lugar en la gloria.

Su aventura en las minas duraría poco y tras dos años tiznando sus manos con el carbón, el desempleo tocó su puerta. Cargaba apenas con veinte años y sólo le quedaba apostar todas sus fichas a una afición que le divertía y en la que mataba el poco tiempo libre que tenía mientras trabajaba en el filón: el bendito fútbol.

Sus buenas actuaciones defendiendo los colores Cronberry Eglinton, un pequeño club de
un poblado vecino a Glenbuck, en la Scottish Junior Football (una especie de liga amateur que agrupaba a equipos de las afueras de Glasgow), despertaron el interés del Carlisle United FC, un club del norte de Inglaterra que deambulaba por las divisiones postreras del balompié británico, dando inicio así a un idilio con la pelota que sería eterno.

Su primera parada en el fútbol fue un éxito, tanto así que al poco tiempo, el Preston North End FC, elenco que armaba un equipo con el que pensaba pelear el ascenso a la primera división inglesa, posó sus ojos en él, llevando su ímpetu y su coraje a Lancashire, club en el que desarrollaría todo el resto de su carrera como futbolista. Una performance tan prolífica con “The Lilywhites”, que le significó ser llamado, incluso, a la Selección de Escocia en un puñado de ocasiones.

Tras colgar los botines a mediados del 49’, “Willie” no dudó en seguir ligado al fútbol y el paso indiscutible fue calzarse el buzo de técnico, plaza que, finalmente, lo convertiría en leyenda.

Carlisle United FC fue, nuevamente, e el que le abrió las puertas para que diera sus primeros pasos como DT, cuadro donde se mantuvo hasta 1951. Tras completar un ciclo con “The Blues”, el siguiente paso fue hacerse con las riendas del Grimsby Town FC, elenco que, al igual que los de Cumbria, bregaba por hacerse con un lugar en la tercera división inglesa.

Su inicio en  “The Mariners” fue más que prometedor, con un segundo puesto en la temporada 51/52, rasguñando el ascenso, sin embargo, su buen cometido chocó de frente con la avaricia de los mandamases del club, quienes insistieron en venderle a sus principales figuras. La temporada siguiente,  “Willie” logró sortear con algo de suerte la mezquindad y poca visión de dirigencial del club, sin embargo, se tuvo que conformar con un quinto puesto. La gota que rebalsaría el vaso y empujaría a Shankly a abandonar el club vendría en la temporada 53/54, cuando la directiva de los “Town” insistió con su política indiscriminada de ventas, desarmando por completo la plantilla, hecho que terminaría con el Grimsby acabando el campeonato en la 17º posición entre 24 equipos. 

La siguiente parada fue el Workington AFC, un pequeño club del norte de Inglaterra, que apenas cargaba con poco más de tres décadas de vida, y que la temporada anterior había finalizado la temporada un par de peldaños más abajo que el Grimsby, entregándole una posibilidad cierta de desarrollar el fútbol que le gustaba a Shankly. Esto, finalmente, unido a que la nueva ciudad que le abría las puertas estaba a sólo algunos kilómetros de su Escocia natal (a unos 300 kilómetros de Glasgow) terminaron por seducir a “Willie” de hacerse cargo de la banca de los “Reds”.

Su estadía allí se extendió apenas una temporada y, nuevamente, fueron los líos con la
directiva los que motivaron salida. Si bien la performance del Workington fue más que meritoria, terminando en el octavo lugar (el mejor puesto en las tres temporadas inmediatamente anteriores había sido 20º, entre 24 participantes), el hecho de ver que los dirigentes superponían los intereses de la rama de rugby  (cuadro que se desempeñaba en la séptima división inglesa) antes que la del fútbol hizo que los pasos de Bill tomaran otros rumbos.

Esta vez, fue el Huddersfield Town AFC el que tocó su puerta. Los “Terrier” le ofrecieron hacerse cargo del equipo de reservas, función que aceptó con gusto, pues el primer equipo era dirigido por un viejo conocido: Andy Beattie, escocés de nacimiento, igual que él, y con quien había compartido equipo cuando ambos defendían la camiseta del Preston North End. Sin embargo, su estadía en el equipo b duraría muy poco.

A tres meses de que se hubiese iniciado la temporada 56/57 de la segunda división inglesa, y con el Huddersield con una campaña irregular hasta decir basta, la administración de los “Terrier”, y luego de 3 derrotas consecutivas, decidió cesar en el cargo a Beattie, echando a correr la “línea de sucesión” obvia al interior de club, entregándole la “corona” de DT del primer equipo a Bill Shankly, quien logró enmendar en algo el rumbo, rematando la liga en el duodécimo lugar y metiendo a los “albicelestes” en los octavos de final de la FA Cup. Para la temporada siguiente, la cosecha fue un poco mejor, quedándose en un expectante noveno lugar y entregándole espacio en la alineación titular a varios valores jóvenes, entre los que destacó Denis Law, histórico centrodeldntero de Escocia, que brillara con la camiseta del Manchester United un puñado de años después.

La División Two del 58/59 sería la que le abriría las puertas de la historia a “Willie”. Si bien no pudo repetir el noveno lugar de la temporada anterior, terminando decimocuartos, Shankly, y en una oda al buen fútbol, sentenció su arribo al club de Anfield Street: se jugaba la undécima fecha de la segunda división británica. Los “Terrier”, que apenas habían cosechado ocho puntos en lo que iba de campeonato, ganando sólo tres juegos, enfrentaban al Liverpool FC, un gigante dormido que llevaba cinco temporadas jugando en la B, y que buscaba afanosamente reverdecer laureles, mas el destino diría otra cosa.

Ante un Leeds Road, el estadio donde el Huddersfield hacía de local, lleno hasta las banderas, Shankly comandó un vendaval de goles con los que los “Terrier” vapulearon por 5 a 0  a los “Reds”, dejando boquiabiertos de moros a cristianos y abriéndole el apetito a los dirigentes del club de Merseyside, que irían a la carga por hacerse con sus servicios cuando terminara la temporada.

La historia, rica en alegorías y metáforas para darle un vaho más novelesco a las situaciones, cuenta que el Liverpool FC no podía enrielar una racha positiva que le permitiera soñar con el ascenso la temporada 59/60. Siete triunfos, igual número de derrotas y cinco empates era lo que exhibían los “Reds” ante de volver a toparse con el Huddersfield de Shankly, cuadro que volvió a vencerlo en el Leeds Road, esta vez por la mínima.

Tom Williams, presidente de los de Anfield a esa fecha, volvió a las orillas del Mersey con una idea fija: aquel escocés que los había avergonzado hacía un par de horas, era el hombre indicado para devolverle la gloria a su club. Cuentan que subió a su auto y condujo el mismo los 100 kilómetros que separan Liverpool de la ciudad de Huddersfield para convencer a “Willie” de calzarse el buzo de los “Reds”.

“Vengo a ofrecerle el cargo de entrenador del mejor equipo posible”, le dijo Tom Williams a un Shankly que intentaba hacerse el desentendido. “Cómo ¿Busby ha hecho las maletas?, le respondió sarcásticamente “Willie”, en referencia a Matt Busby, técnico que regía los destinos del Manchester United en aquella época, intentando distender el ambiente y condimentar con algo de jocosidad el histórico momento. La risa cómplice de ambos valió más que cualquier papel firmado. Williams Shankly se transformaba en el nuevo adiestrador del Liverpool FC y ataba su nombre para siempre con la historia de los de Anfield.

(Continuará)