viernes, 29 de mayo de 2020

IFK Göteborg, El Último Campeón Proletario (Capítulo Final)


La vuelta fue sólo alegría. Ni bien se iniciaba el juego, cuando Holmgren tocó hacia adentro con Karlsson y éste abrió haca Corneliusson, quien, entrando pegado a la línea de banda, a la altura del área chica, se despachó un cañonazo con comba que dio en el medio del travesaño. Tras cartón, nuevamente, Tord Holmgren tomó el balón en mitad de la cancha, hizo un cambio de ritmo por el centro del campo y en la media luna del área, le cedió la pelota a Coreliusson, el que, con un pase digno de un contorsionista, se la devolvíó al internacional sueco, quien, ante la salida de Sampere, se la “cacheteó” sutilmente con la izquierda, y mandó el balón al fondo de las redes, decretando el 1 a 0 parcial, comenzando a sellar el paso de los “Kamraterna” a las semifinales.

¿El resto? Los “Ángeles” se dedicaron a manejar el resultado, jugando con la presión de los españoles por acortar las cifras. La “guinda de la torta”, la puso Stig Fredriksson, el lateral izquierdo de los locales, el que, al minuto 59’, cambió por gol una falta penal, resolviendo la llave a favor del IFK y entregándole, por primera vez en la historia, el paso a las semifinales de un campeonato de clubes europeos a un equipo sueco.

De hecho, y hasta ahí, ningún equipo nórdico (Suecia, Dinamarca, Noruega, Islandia, Finlandia), había logrado pasar de los octavos de final, por lo que la algarabía no sólo inundaba las calles de Gotemburgo, sino que también la de todo Suecia, nación que veía como la posibilidad de hacerse con la gloria que les había sido esquiva durante tanto tiempo, mas el escollo de este penúltimo peldaño no era coser y cantar. Para nada.

Al frente, se les plantaba el 1.FC Kaiserslautern, que había clasificado a la justa como el cuarto mejor equipo de la Bundesliga el año anterior, estaba peleando palmo a palmo junto al Hamburgo SV, el 1.FC Koln  y el Bayern Munich, el campeonato germano; asustaba con su tridente de ataque conformado por Hans-Peter Bruegel, Norbert Eilenfeldt y Friedhelm Funkel, y que había se había hecho un lugar entre los cuatro mejores del certamen,  eliminando al Real Madrid de José Antonio Camacho y de Carlos Alonso Gonzalez, “Santillana”, a quienes había vapuleado por 5 a 0 en Alemania.

La prensa europea, y sobre todo la germana, se sobaba las manos: en la otra llave, el Hamburgo SV se había emparejado con el FK Radnički Niš yugoslavo, un cuadro menor del fútbol balcánico, por lo que la posibilidad de una final cien por ciento alemana, tal como hace dos años, cuando el Borussia Mönchengladbach y el Eintracht Fráncfort definieron al mejor de esta misma competencia (ganaron los de Frankfurt debido al gol de visita).

El sorteo determinó que el primer partido se jugara en Alemania, en el Fritz-Walter Stadion

de Kaiserslautern, arena que estalló a sólo minutos de iniciado el encuentro, cuando el delantero de “Die Roten Tieufel” (Diablos Rojos), se pusieron en ventaja a los 9’, luego del gol del cañonero  germano, Erhard Hofeditz. Las peores pesadillas de los suecos se hacían realidad. Apenas empezado el juego, ya estaban abajo el marcador, pero este equipo estaba hecho de esfuerzo, de ganas, de empuje. Los “Obreros de Gotemburgo” no se daban por vencidos, y así, a punta de amor propio, Dan Corneliusson, el puntero izquierdo de la temida máquina que Sven-Goran Eriksson había aceitado, puso el empate final, cuando el reloj marcaba el minuto 29’ de la primera fracción.

El IFK Göteborg daba un paso gigante para hacerse con un lugar en la final. Contra todo pronóstico, toda vez que el  1.FC Kaiserslautern, salvo el primer encuentro de la copa, donde ganó por la mínima al Akademik Sofía de Bulgaria, goleó a absolutamente todos los demás rivales que se les enfrentaron en el Fritz-Walter Stadion: 4 a 0 al Spartak de Moscú, 4 a 1 al SC Lokeren de Bélgica y 5 a 0 al Real Madrid. Los “Ángeles” estaban a un pequeño paso de pelear por la gloria.

La vuelta se jugó el 21 de abril de 1982, en el Ullevi de Gotemburgo con más de 40 mil personas en las gradas, quienes presenciaron el partido más ajustado que había tenido que enfrentar el conjunto sueco en el torneo, todo debido a la impericia de los locales por concretar las oportunidades que se creaban.

Eriksson, con su “Fútbol Champán”, basaba la estrategia de los “Obreros” en un mediocampo bien poblado, con buen toque del balón y con transiciones rápidas que buscaban crearle oportunidades a una ofensiva con Torbjörn Nilsson como eje de ataque, y con Holmgren y Corneliusson como punteros incisivos. Así, y casi rasguñando el final del primer tiempo, vino el gol de los locales, cuando el reloj marcaba el minuto 42’.

La presión de los “Kamraterna” era tal que cada balón dividido encontraba a la zaga rival al menos con un par de jugadores suecos encima. De esta forma, un pelotazo hacia tres cuartos de cancha, fue pivotedo por Corneliusson. El balón fue controlado por Tommy Holmgren de espalda al arco y a   unos quince metros de la entrada del área. Con un “sudamericano” movimiento de cadera, se sacó de encima a su marcador, el que estuvo a punto de pincharle el esférico cuando iba entrando a zona de definición.

En el área, Holmgren “maradoneó” y nuevamente con sólo un movimiento corporal, descoloró a los dos defensores que le perseguían, haciéndose el espacio necesario para poder rematar sin mayor oposición, sacó un latigazo con la pierna izquierda que fue abriéndose hacia el palo derecho del portero sueco del Kaiserslautern, Ronnie Hellström, decretando el 1 a 0 parcial y el júbilo de la afición local.

La tarea estaba prácticamente lista: se había empatado en Alemania y poco antes de irse al descanso el IFK Göteborg ya estaba en ventaja. El objetivo, ahora, era jugar con el nerviosismo germano, manejar la pelota y aprovechar la rapidez de sus puntas para buscar la cabeza bendita de Nilsson que sellara su destino rumbo a la final, mas el fútbol es caprichoso y le tenía un final de infarto a los suecos, pues al minuto 57’, Reiner Geye silenció a todos los que estaban en el Ullevi, poniendo la paridad en el marcador y la incertidumbre en las gradas. Los 90’ minutos, finalmente, terminaron igualados. 1 a 1 en Alemania, 1 a 1 en Suecia. Todo se definiría en el tiempo extra en un final de infarto.

Doce minutos tuvieron que transcurrir del tiempo extra para que la bruma que se había apoderado de la definición pudiera disiparse. Nilsson recibió un sutil pase con ventaja y a la entrada del área le dio un pequeño toque, intentando acomodarse para entrarle con un zapatazo, sin embargo, apenas el balón se alejó de su pie derecho, el defensor alemán que venía en su marca, lo desplazó levemente, contacto necesario para que Törbjorn trastabillara y cayera en el corazón del área. El juez de la brega, el soviético Romualdas Yushka, no lo dudó y pitó penal. Era la oportunidad que tenían los “Kamraterna” para ponerse en ventaja y comenzar a sellar su paso a la final.

Stig Fredriksson, un lateral nacido de las entrañas del Göteborg y designado por Eriksson
para ser el dueño de los penales, tomó el balón, lo acomodó en el punto penal, miró fijamente a su compatriota, el portero sueco de los alemanes, y corre en búsqueda de la gloria. Hellström, el guardameta del  1.FC Kaiserslautern intenta desconcertarle dando unos pasos a la izquierda y, justo antes que el lateral patee, se lanza hacia la derecha, adivinándole la trayectoria, sin embargo, el balón va tan bien pateado y con tanta fuerza, que el manoteo del guardameta se vuelve estéril, el defensor nórdico había convertido el gol.

La parte final de la prorroga se marcha con “Die Roten Tieufel” en demanda del arco local, y con los locales aguantando el chaparrón. Dos minutos después de cumplido el tiempo pactado en el tiempo extra, el árbitro señalaba la mitad del campo y pitaba el final del encuentro. Por fin un equipo de Suecia se metía en una final continental. Era momento de reivindicar a la gloriosa Selección Sueca que había rasguñado la inmortalidad, pero que había sucumbido a la supremacía de Pelé y compañía, hacía poco más de veinte años. La oportunidad estaba sobre la mesa y había que aprovecharla.

Al frente estaba el Hamburgo SV, que venía animando la Bundesliga los últimos 4 años, ostentando 2 títulos en la última triada de campeonatos. Estaba a un par de puntos de levantar el bicampeonato germano, y exhibía 4 jugadores en la nómina teutona que disputaría la Copa del Mundo España 82’, donde compartiría el Grupo B de la justa, con Austria, Argelia y…Chile.

El cuadro superprofesional del Hamburgo SV frente a los semiaficionados del IFK Göteborg. El fútbol moderno frente al fútbol romántico definían la segunda parte de la gloria en Europa, había un sólo lugar en el empíreo y todo comenzaría en Gotemburgo.

La prensa local, como queriendo torcer el destino a favor de los “Kamraterna”, mostraba insistentemente en la televisión la imagen de la figura de los “Dinosaurier”, el delantero Horst Hrubesch, pieza clave del campeonato germano en la Eurocopa del año 80’, inamovible del combinado teutón que participaría un par de semanas después en el Mundial de España, y que cargaba con 5 goles en la actual Copa UEFA, pasando de un pequeño hincha que le pedía un autógrafo, en una muestra del fútbol de la fama, el ego y el dinero, tan alejado de los ideales que, sin quererlo, habían llevado al club de sus tierras a estar a un paso de tocar la gloria.

Gotemburgo acogió la primera final con un día lluvioso de principio a fin. Las nubes negras que a primeras horas del día se posaron sobre los cielos del puerto y el agua que comenzó a caer, presagiaban una jornada difícil para los locales. Era tal el aguacero, que por momentos se pensó en suspender el encuentro, sin embargo, la cercanía con el comienzo del Mundial en España, que iniciaría poco más de un mes después del cotejo, hizo que éste se jugara a como diera lugar y así, ante 42.548 mil espectadores, se comenzó a disputar la primera finalísima.


La tromba que se desataba en el cielo, se trasladó también al campo de juego, con un monopolio del juego y las posibilidades de inaugurar el marcador concentradas en el IFK Göteborg. Tal vez fueron las condiciones de la cancha, que efectivamente estaba convertida en un barrial, las que amagaron el virtuoso juego alemán. Tal vez fueron las ganas de darle vuelta mano a todos quienes creían que el Hamburgo SV tenía la copa en el bolsillo. El caso es que las mejores ocasiones siempre corrieron del lado de los suecos.

Ni bien comenzaron las acciones, Tord Holmgren apretó la salida de la defensa alemana, robó el balón, tocó con Corneliusson, éste le abrió un balón con ventaja hacia la izquierda y Holmgren se despachó un centro venenoso, el que tuvo que ser manoteado por el meta visitante, Uli Stein, ante la amenaza inminente de un cabezazo sueco. La fanaticada local se sobaba las manos. Los “Kamraterna” estaban jugando con el corazón y así, éste David tenía posibilidad de vencer a Goliat.

Con cada llegada local, la figura del portero del Hamburgo SV se iba acrecentando. Primero, ahogo un derechazo de Corneliusson. Luego, fue el turno de sofocar una posibilidad de Nilsson, luego de que Ruben Svensson metiera un ponzoñoso pase de 60 metros y que necesitó de una salida de Steín al borde del área grande para evitar el gol.

Así, y si bien las mejores ocasiones de gol estaban en los pies del buen fútbol de los “Obreros de Gotemburgo”, la férrea defensa alemana y, sobre todo, la soberbia actuación de su cuidavallas, les negaban una y otra vez el gol, un gol que les regalara la victoria y que les permitiera ir con algún tipo de ventaja a definir todo allí, a las orillas del Elba.

Cuando el campo de juego ya se había vuelto un desastre, la lluvia lo había empapado
todo y las piernas de los suecos ya no aguantaban un ataque más, llegó el premio: El reloj marcaba el minuto 87’, cuando una pelota casi sin intención lanzada por Tord Holmgren, fue despejada hacia el centro del campo por el medio alemán, Caspar Memering con la buena suerte para los locales que encontró la cabeza de uno de ellos, quien la devolvió al área germana con un peligroso testazo que fue pivoteado por Glenn Hysén, el zaguero central de los “Kamraterna”, que en la anterior jugada había subido a cabecear un córner, testarazo que pilló desprevenida a la zaga del Hamburgo SV, distracción que aprovechó Holmgren, el mismo que había iniciado todo con un inocente cabezazo, para esperar que la pelota bajara, le quedara cómoda y con un derechazo bendito, pusiera el 1 a 0 final para los “Obreros de Gotemburgo” y la primera opción para quedarse con la copa.

El triunfo era justo, toda vez que el mayor desgaste lo hicieron los suecos y, lo más destacable, el mejor juego y las mejores ocasiones, sin embargo, para la prensa europea en general, y la alemana en particular, el partido de vuelta sería diferente y los goles, los abrazos y la copa estarían reservados para los “Dinosaurier”.

La brega quedó programada para el 19 de Mayo de 1982 y se disputaría en el Volksparkstadion de Hamburgo, donde 57.312 espectadores esperaban intimidar a los dirigidos por Sven-Göran Eriksson y su fútbol champán, y entregarle al fútbol alemán su cuarta copa en aquella competición.

El mundo del fútbol, la prensa, los hinchas y hasta más de algún jugador del IFK Göteborg, pensaban que la tarea de los suecos era titánica y que levantar el trofeo era prácticamente una quimera. De hecho, en las afueras del estadio hamburgués, podían verse banderines con la leyenda “Hamburgo, Campeones de la UEFA 1982”. Cuenta la leyenda que Eriksson cogió una banderola y la exhibió en el camarín minutos antes de que su equipo saltara a la cancha. Fue el último empujón para que los nórdicos salieran a matar en aquella histórica final.

Lo de aquella noche fue una tromba y uno tras otro se sucedían los embates suecos a la portería de Stein, que ya comenzaba a ser la figura del Hamburgo SV, tal cual el encuentro de ida, sin embargo, la apertura del marcador vino tras un casi gol de los locales que fue despejado por la zaga nórdica. El balón fue despejado hacia la mitad de la cancha, siendo interceptado por Tord Holmgren, éste, cambió hacia la izquierda con un pelotazo cruzado a las espaldas del zaguero germano Manfred Kaltz, que fue le quedó con ventaja al puntero izquierdo de la visita Tommy Holmgren (hermano de Tord), quien controló y mandó un zurdazo peliagudo al corazón del área chica. Stein, que hasta ahí había sido superlativo, dudó en salir a quedarse con la bola, situación que aprovechó Dan Corneliusson para conectar de derecha y mandar la pelota al fondo del arco y poner el 1 a 0 parcial, virando el destino hacia el lado de los “Kamraterna”.

El golpe del IFK fue mortal y los alemanes no pudieron sobreponerse en lo que restó del primer tiempo. Es más, los pupilos de Eriksson tuvieron al menos un par de ocasiones más para estirar las cifras, mas la mala puntería y los manotazos de Stein lo impidieron. Quedaban sólo 45 minutos. Cuarenta y cinco minutos para abrazar el éxito y la cuenta de ahorra estaba de su parte.

En la segunda fracción, el capítulo volvió a repetirse. Los teutones no daban pié con bola y
los jugadores suecos no lograban asegurar las ocasiones, eso hasta que el reloj marcaba el minuto 62’. El mediocampo del Göteborg malogró una salida local, pinchando una pelota que resultó en un exquisito pase que dejó con ventaja a la estrella del equipo, Torbjörn Nilsson, que corrió 30 metros con el balón pegado al pié y con una marca férrea, pero estéril marca. El cañonero corrió hacia el sector izquierdo del área, empujando a que el portero alemán se cerrara sobre su palo derecho, en una excelsa estrategia, pues con sutileza le cambió la pelota hacia el vertical zurdo, haciendo imposible la estirada de Stein y decretando el 2 a 0 para los “Obreros de Gotemburgo”. La champán podía comenzar a descorcharse.

Tres minutos después, Bernd Wehmeyer no tuvo más remedio que derribar un embate de Nilsson que se metía en el área. El árbitro inglés de la brega, George Courtney no dudó, señalando penal. Stig Fredriksson, el encargado de cambiar por gol todos los penales del Göteborg en la copa, hizo lo que sabía hacer, regalándole el 3 a 0  al cuadro sueco. Ahora, sólo faltaba que el reloj corriera para poder gritar campeón. Y así fue.

Courtney pitó con fuerza y apuntó hacia el centro del campo, decretando el partido, la serie y la copa para el IFK Göteborg, Por primera vez en la historia, un club de Suecia se quedaba con una competición oficial en Europa y quienes lo hacían, era un grupo de futbolistas que debían complementar su labor como futbolistas con diversos oficios para poder ganarse el pan. El fútbol de novela, ese que se juega con el corazón, que deja la vida por la camiseta, el del origen, el auténtico, le daba una bofetada al balompié de los billetes, las estrellas y los números azules.

El IFK Göteborg, el humilde IFK Göteborg inscribía con letras doradas su nombre en la historia linda del fútbol y todo en los pies, en los laboriosos, esforzados y valientes pies de los obreros futbolistas de Gotemburgo.



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